Juan Antonio
Entrevista La Jornada de morelos 2011
Apr 27, 2011
Erase una vez un niño a quien le encantaba jugar a la orilla del río en su natal Tampico, en especial cuando anclaban los barcos durante los huracanes “cuando podía recolectar no sabes cuánta cosa maravillosa”. Algunas décadas después, ese niño de nombre Juan Antonio Reyes, recuerda que “desde entonces me cautivaba la magia del sonido que producían los pedazos de madera y objetos que me encontraba.”
Hoy en día consumado percusionista auto-didacta, creador de tambores de tamaños colosales (tlapanhuéhuetl) con grabados inspirados en códices aztecas y mayas, al igual que miniaturas (panhuéhuetl)labradas con delicadeza que “hasta algunos indígenas huicholes me compran para cubrirlos con sus elaborados trabajos en chaquira”, compositor y minucioso investigador de estas culturas ancestrales, Juan es también padre de una hija a quien le ha heredado el gusto y facilidad por las percusiones, y pareja de Dominique Sepser -una bella y singular mujer francesa- con quien hace 16 años contrajo mágicas nupcias de afinidades amorosas, ideológicas y creativas dando a la luz proyectos que continua y perseverantemente han ido resonando y expandiéndose desde Morelos hacia el resto del mundo.
Caminito de San Juan
“A los 8 años me trasladé a Poza Rica, Veracruz, y en tercero de primaria ya empezó mi gusto a la percusión cuando la maestra nos llevó a las ruinas del Tajín y supe que tenía que hacer algo con los instrumentos de los músicos del México antiguo”, explica Juan con una risa suave al recordar el grado de su pasión cuando “estando en 5° de primaria me metí a la dirección de la escuela junto con dos amigos para cortarle el cuero a los tambores de la banda de guerra para hacerme una batería con latas de pintura y un platillo que amartillé para hacerlo más o menos redondo. Y claro, llegó el lunes, y me expulsaron de la escuela”, ríe más enérgicamente.
“En los setentas empecé a tocar con bandas de rock, inspirado por mis ídolos Led Zeppelin y Jimi Hendrix, en las ferias autóctonas del estado de Veracruz y otros estados, y en las pistas de hielo de la ciudad de México y Guadalajara donde solían presentarse bandas musicales mientras la gente patinaba.
“Buscando un lugar más tranquilo y cercano a la naturaleza, logré establecerme en Tepoztlán hace 26 años, primero en Huilotepec y luego aquí en San Juan Tlacotenco, donde continúe mis investigaciones sobre el México antiguo. Me informaba en los museos, buscaba en los códices (consulto el códice Chimalpopoca, el Borbónico, el Nuttal , el Laúd, y el Borgia, que es el que contiene toda la descripción cosmogónica y astronómica de los aztecas. He participado en aniversarios de Xochicalco, Teotihuacán, Cuicuilco, en las ceremonias del llamado “día fuera del tiempo” establecido por los calendarios mayas, en el festival Tamoanchán, entre otros eventos. He expuesto en ferias y en lugares como el Museo Nacional de Antropología en la ciudad de México, mis tambores ceremoniales y teponaztlis. Éstos los labro en diferentes maderas que me encuentro en las durmientes de los trenes o, después de una tormenta, la gente de los alrededores que me conoce desde hace tiempo me viene a avisar si quedó algún tronco tirado -de preferencia rajado por un rayo- ya que, según la tradición, esto le da un poder ceremonial debido a que el trueno es una unión entre cielo y tierra.”
Descubriendo el teponaztli
Tanto los mayas con el tunkul , como los aztecas con el teponaztli (palo hueco que suena) y todas las culturas relacionadas, usaron este instrumento que suele encontrarse ahora en algunas iglesias de muchos pueblos de México, por lo general bajo la custodia de un mayordomo.
Mientras Juan me muestra los diferentes diseños y tamaños de teponaztli que ha fabricado, les extrae magistralmente sus sonidos acuáticos con las manos “que producen un rango de sonidos mayor a cualquier baqueta”.
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por Lorraine Krohnengold Entrevista en la Jornada Morelos 16-04-11
Apr 27, 2011
Las baquetas que de un lado terminan con bolas cubiertas de hule (olmaitl) a la usanza de nuestros ancestros, producen otro tipo de sonido que se escucha diferente según el tipo de madera. Juan cuenta que, “a los 15 días de haber llegado a Tepoztlán, me tocó conocer el sagrado teponaztli original del pueblo, que está guardado en la iglesia de La Santísima y está hecho de madera de sabino o ahuehuete, en el cual me inspiré para empezar a fabricar los míos.” El primero que Juan fabricó fue de madera de jacaranda, que es muy suave.
“En una ocasión en que fuimos a tocar a Amecameca, el mayordomo me pidió que tocara los teponaztli en el atrio de la iglesia, con micrófonos para que el pueblo pudiera escuchar el sonido sagrado. La capilla está en la parte más alta de la montaña, en donde detrás de la urna de Cristo, hecha de bagazo de caña, se encuentra una enorme cueva de Tezcatlipoca, nada menos que ‘el señor de la noche estrellada, nuestro espejo, y en el que nosotros somos su reflejo’, como dice la historia. He aquí un buen ejemplo del sincretismo en México”, sonríe Juan.
“Si la madera es muy dura, empiezo a ahuecar el tronco con moto-sierra, pero la mayoría de los que ves están trabajados con gurbia y formón. Nunca talo un árbol para hacer mis tambores. La piel es de vaca o chivo –nunca de venado-y las obtengo con mi carnicero o voy al rastro cuando sé que van a hacer alguna boda o, como la gente ya me conoce, me las ofrecen cuando van a hacer alguna comida en la que destacen a alguno de estos dos animales, de manera que respetemos y no abusemos de la naturaleza.”
El proyecto de la lagartija
“Nuestro proyecto y grupo musical se llama en náhuatl Cuetzpalin, ‘lagartija’, que es el cuarto signo del calendario azteca y es el que me corresponde por fecha de nacimiento. Al principio formábamos el grupo mi hija Diana, un percusionista Genaro Villanueva , Dominique y yo. Como mi hija y el percusionista se enamoraron”, suspira Juan, “y están formando familia, por ahora somos básicamente Dominique y yo quienes damos conciertos, muchas veces acompañados por otros músicos conocidos nuestros o nuevos y tanto músicos locales como extranjeros.
“Mis ritmos no tienen influencia árabe ni africana”, detalla Juan, “sino que he ido desarrollando mi propia técnica creando una batería mexica con la variedad de tambores que uso. Mi manera de tocar es muy particular en cuanto a cómo coloco y muevo las manos. También doy clases de percusión y fabricación de tambores, pero quisiera dedicarme más a componer y tocar y menos a fabricar porque ya estoy sintiendo el impacto en mi cuerpo después de tantos años de cincelar y necesito esa fuerza para tocar.
Estaremos en la feria de Tepoztlán del 15 de abril al 1° de mayo ofreciendo nuestros instrumentos, las máscaras y dibujos de códices de Dominique y haciendo música. Después nos vamos de gira a Francia durante tres meses”, concluye por el momento el artista, sin antes dejar de subrayar que Dominique es la coordinadora, organizadora y musa de sus proyectos.
Un puente intercultural llamado Dominique;
Zapata en Francia
“Este tlapanhuéhuetl (gran tambor) fue bienvenido por 500 danzantes en una de las ceremonias en las que estuvimos en el zócalo de la ciudad de México hace trece años”, expresa emocionada Dominique Sepser –fotógrafa, antropóloga visual y productora de documentales egresada del Evergreen State College, Washington, así como diseñadora, creadora de máscaras al estilo prehispánico, percusionista, masajista y sobre todo ‘puente intercultural’-, mientras toca uno de los tambores más grandes y elaborados de Juan, utilizando todo su cuerpo y ser que pareciera crecer e iluminarse.
“Mi fuerte es crear puentes entre culturas y eso hago entre México y Francia ahora.
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